LA HORA DE BERGMAN
por Bruno Bert
Las peliculas de Bergman han ejercido un fuerte influjo durante dos generaciones, en creadores de diversa índole, aunque su personalísima manera de encarar las metafísicas temáticas de su interés hacen muy difícil la posibilidad de crear seguidores directos. Así y todo, de tanto en tanto, algún director intenta trasladar al teatro sus filmes más sugerentes.
Tanto la densidad del clima como iconografía utilizada por Bergman son particularmente difíciles de llevar a la escena teatral y se constituyen en un verdadero desafío para cualquier director dispuesto a encontrar las analogías necesarias para trasvasar el original cinematográfico.
El grupo Teatro Arena, bajo la dirección de Martin Acosta, monta en este caso una adaptación debida a José Enrique Gorlero, que si bien conserva lo esencial, se permite una cierta libertad tanto en la proposición escénica como en los textos. La inmensidad desolada de la isla queda reabsorbida a los interiores de la casa del protagonista y la de sus perseguidores, y este reducido espacio donde impera un morboso temor a la muerte (La hora del Lobo, La hora del Nacimiento y la Muerte, La de los fantasmas liberados de su encierro en la vigilia) se instala sobre el pequeño escenario del teatro de la Capilla.
Anulada cualquier escenografía convencional, las significaciones simbólicas pasan a de pender esencialmente de dos objetos: un ropero y una cama (amén, por supuesto, los actores mismos, que también son objetos de la mente del protagonista), alrededor y en los cuales pasan todas las acciones, tanto las de la realidad como las del ensueño. La elección no es banal porque ambos elementos admiten una gran variedad de lecturas, todas muy pertinentes a lo narrado.