por Martín Acosta
Nuestros personajes son Carlos Marx y Sigmund Freud. Con ellos hemos querido indagar, en el lapso de una hora y quince minutos, qué ha pasado con el siglo XX. Casi nada. El Papa fue a La Habana y Boris Yeltsin juega a ensartar herraduras en la Casa Blanca. ¿Mencionamos la palabra Chiapas? Una canción de Joaquín Sabina nos sirve como premisa: las ideologías no se murieron… se suicidaron. Una época apasionante, en donde la historia, lejos de terminar aguarda por la mejor parte.
Se trata sin duda de una propuesta muy desconcertante que puede irritar a muchos, entretener a los más, hacer pensar a los menos. Es muy chistosa y al mismo tiempo poco complaciente; (…) Aunque en la nueva “geometría política” ya no se sabe cuál es la izquierda y cuál la derecha, los que sufrimos cierta dislexia recalcitrante, y nos suponemos de izquierda a la antigüita, podemos mirar el espectáculo desde la crítica, no a Marx o a Freud, sino a una sociedad que los utiliza como desechos.
OLGA HARMONY + LA JORNADA + 1992
Una dirección limpia en sus propósitos tonales la de Martín Acosta, a quien ya hemos visto otros trabajos y en los que demuestra que en esto de la escena más que una idea de lo que deben ser las cosas tiene ya una propuesta a seguir: la lucidez, el equilibrio entre el diálogo y acción, lo que nos lleva a un trabajo excelente. Los dos actores, Carlos Cobos y Arturo Reyes, se manifiestan en la medida justa de las emociones. Un teatro a ratos divertido, pero para nada superficial.
GUADALUPE PEREYRA + EL NACIONAL + 1992
Sólo nos queda por decir que empieza de una manera muy desagradable, casi pornográfica, aunque de un modo muy tenue, y continúa desenvolviéndose en las más extraordinarias historias, cada vez más apasionantes, para terminar de un modo inesperado, tan impactante que nos levanta del asiento con un grito.
MALKAH RABELL + EL DÍA + 1992
En el espacio vacío del escenario tan sólo vemos la escueta banca de una plaza, y es en ese ámbito de pura posibilidad donde el texto se habrá de volver juego, contrapunto, ritmo, desplazamiento y todas las figuraciones capaces de hacernos cómplices.
BRUNO BERT + TIEMPO LIBRE + 1996
Con una banca como único elemento escenográfico, dos buenos actores, un director que tiene claro lo que quiere decir a partir de un concepto sencillo, que no simple, los espectadores no nos dimos abasto con nuestras manos para aplaudir y agradecer la diversión y ese gusanito que cada quien se llevó internamente pensando en lo valioso del teatro.
CORREO ESCÉNICO + 1992