Propiciadores del vuelo. Teatro de manufacturas humanas. Hijos bastardos de la posmodernidad buscándose en el nuevo paradigma del mundo.
Caracol y Colibrí
Caracol y Colibrí

Caracol y Colibrí

por Sabina Berman

La escena estará siempre vacía. Todos los lugares, incluso el castillo y el mar, son imaginarios: eso sospechaba yo a los cuatro años. Ahora, por lo menos una vez al día, lo sé con certeza. Y es entonces que deseo, con toda el alma, jugar, ensartarme activamente a la felicidad de una imaginación así de frondosa como es la realidad; de verdad incalculable.

Jugar: hacer teatro: volver a los rituales mágicos de los cuatro años en los recursos de expresión acumulados durante lustros; cinco, seis o más lustros. Esa es la proposición que hago a los actores, al director y al músico de Caracol y Colibrí. El resultado debería ser para niños de cuatro a cien años. Como decía mi abuelo: ¿cuál edad?: pura fantasía.

México, D.F., 1989.

Ante la abundancia de espectáculos para niños que sólo son una forma de chambismo y que tratan a los suodichos como retrasados, resulta saludable asomarse a esta experiencia que trata de definirse como un juego de nuestras propias posibilidades expresivas en aras de un teatro imaginativo.

LUIS MARIO MONCADA + CORREO ESCÉNICO + 1990

Pocas puestas en escena tienen la brillantez de Caracol y colibrí. La delicia de su ritmo es un reto para cualquier infante o adulto impaciente o hiperactivo. No hay concesiones para el espectador, tenga la edad que tenga. Esta obra fluye como la música que cada uno de los personajes tiene en sí mismo.

MARICRUZ JIMÉNEZ + LA AFICIÓN + 1991

Se deja atrás lo recurrentemente trillado y se exponen ideas, y conceptos, sin que para ello se vuelva a los lugares comunes, frecuentes en las producciones infantiles.

REBECA RAMÍREZ GASCA + EL NACIONAL + 1990

Caracol y Colibrí de Sabina Berman, poeta ella, es un poema que se despliega en el escenario vacío como un libro cuyas páginas cada espectador (y no hubo niño, por pequeño que fuese, que se moviera de su asiento durante la representación) puede leer según su propia “sonoridad de ser”.

ESTHER SELIGSON + PROCESO + 1991

Hoy en día es difícil competir con la televisión, que bombardea al pequeño con miles de imágenes por minuto, acelerándole su percepción de las cosas. Decirle a un niño: ¡Ahí viene el lobo!, es pecar de ingenuo. Pero contarles con verdad un ensueño es atraparlos en su imaginación.

GUADALUPE PEREYRA + ESTO + 1990

Un verde caracol que se quita su pesada concha y un colibrí nada frágil vestido como piloto aviador, son empujados por la música y el juego a unirse en la imposible tarea de atrapar los sonidos y todo lo que éstos encierran.

ALEGRÍA MARTÍNEZ + UNO MÁS UNO + 1991

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