¿Podemos mirar atrás sin convertirnos en estatua de sal? No. Por eso al pasado casi siempre lo inventamos. Ya sea que lo llamemos la historia oficial, o reconozcamos honestamente su cualidad de interpretación, son muy pocos los momentos de claridad en los que podemos asumir, sin arrancarnos los ojos, que el pasado es nuestro único presente posible y el presente no es nada más que pasado eterno. Esto nos puede hundir en la melancolía pero también nos puede otorgar un destino: ya que no podemos cambiar el futuro, cambiemos el pasado.
Esta historia nació de chismes, de leyendas, de artículos sensacionalistas y de muchas otras fuentes no confiables que más que acercarnos a la historia oficial, nos permitieron excavar en una fuente de riqueza inagotable: el mito. Al revisar la vida de las intelectuales mexicanas durante el siglo XX, nos dimos cuenta que no era suficiente la información oficial, el ensayo crítico, la biografía revisada o el reportaje literario para narrar de forma legible sus vidas. Algunos eslabones estaban perdidos, o borrados.
Sin embargo, esta omisión intencionada en la historia que tiene pene no nos debilitó sino que nos condujo al único camino del teatro donde perderse es ganancia: el sueño. Una actriz se suicida y tras morir decide repetir su vida en la búsqueda de una razón; en el re-presentar su vida se encuentra con una escritora y su hija que huyen de un enemigo gigantesco y de uno tan pequeño que daría vergüenza contarlo, también se encuentra con una poeta que ante la mirada insidiosa de su sociedad decide no ser madre: inmolarse, y con ellas, a un par de mujeres a las cuales se les calificó de locas por no haberle puesto un bigote a su genialidad. Todo esto desde un impulso mortal por intentar darle un sentido al pasado de México, al pasado de ellas y al pasado de nosotras, una suerte de sueño ético en el que decimos: que nuestra subjetividad rompa las piedras.
Estrenada como parte del ciclo Historia de la diversidad en la Ciudad de México en el siglo XX, este espectáculo íntimo está pleno de diálogos ácidos y contundentes que se deslizan entre escenas surrealistas y metateatrales que en su conjunto constituyen un exquisito ajuste de cuentas con las verdaderas seres superiores de nuestra cultura, las cuales están espléndidamente escenificadas por actrices de diversas generaciones que componen un aquelarre homogéneo que corta el aliento ante tanta verdad antigua y actual.
ENRIQUE SAAVEDRA + TIEMPO LIBRE VERSIÓN DIGITAL + 2020
“La Herida y la Flecha: Réquiem para no Olvidarte” encuentra su punto más sólido en un elenco capaz de darle vida a toda una serie de grandes figuras femeninas del siglo XX con honestidad, fractura e incluso una buena dosis de humor. Xóchitl Galíndres, Tanya Gómez Andrade, Georgina Tábora y Nicté Valdés se entregan en el escenario por completo, cada una haciendo uso de sus propios recursos histriónicos para la creación de los diferentes personajes que encarnan, haciéndose acreedoras al final de la función de una merecida ovación de pie.
JUAN CARLOS ARAUJO + ENTRETENIA + 2019
La escritura del texto la comparten Marianella Villa y Servando Anacarsis Ramos, dos dramaturgos que por su juventud no alcanzaron a conocer vida y trayectoria de la protagonista (cuando Rita murió Servando aún no nacía y Marianella era una niña), sin embargo, están bien documentados, se puede apreciar la ardua tarea en la investigación para después sentarse y escribir un texto bien cimentado; una dramaturgia que transita entre lo histórico, realidad y ficción.
ROBERTO SOSA + CARTELERA DE TEATRO + 2019
Cada una de las actrices ofrece un estupendo trabajo histriónico, corporal y vocal. Destaca Xóchitl Galindres por su excelente interpretación de Rita, a quien dota de una amplia gama de emociones. Tanya Gómez Andrade imprime fuerza en sus personajes, Georgina Tábora está fabulosa como Pita Amor y como Elena Garro, y es grato escuchar la melódica voz de Nicté Valdés. Natalia Sedano se luce con su diseño de escenografía, al enmarcar los relatos en un espacio idóneo. Los trazos sobre los muros denotan arte abstracto, a la vez que simbolizan fantasmas.
EUGENIA GALEANO INCLÁN + GALERÍA TEATRAL + 2019
La dirección de Martín Acosta consigue abrir la herida histórica en la condición femenina para que las actrices construyan, desde la psique, a personajes verosímiles y de enorme potencia dramática. Xóchitl Galindres, Tanya Gómez Andrade, Georgina Tábora y Nicté Valdés ofrecen un despliegue deslumbrante de talento que desvela la profundidad trágica de las mujeres a las que dan vida.
CONFABULARIO DE EL UNIVERSAL + 2019
…un gran acierto que La herida y la flecha tiene es que vincula lo histórico con las dolorosas implicaciones que siguen afectándonos actualmente, lo cual permite la conexión del espectador con la obra.
FERNANDA ALBARRÁN + ¿LE GUSTA EL TEATRO? BLOG + 2019