Propiciadores del vuelo. Teatro de manufacturas humanas. Hijos bastardos de la posmodernidad buscándose en el nuevo paradigma del mundo.
La vida no vale nada / La vie ne vaut rien
La vida no vale nada / La vie ne vaut rien

La vida no vale nada / La vie ne vaut rien

por Luis Mario Moncada

Cuando uno de los compositores mexicanos más populares afirmó en una de sus canciones que la vida no vale nada, estaba lejos de imaginar que su frase se convertiría en uno de los emblemas del carácter nacional. El desdén por la vida y el culto sagrado a la muerte constituyen dos de nuestros enigmas que más llaman la atención de otras culturas. El mexicano desprecia tan orgullosamente su suerte que continuamente se juega la vida en un volado, en un impulso inconsciente con el que cree burlarse del destino. Pero este carácter no es privativo de los mexicanos; el territorio llamado México es también la casa de muchos otros ciudadanos del mundo que llegan a este lugar atraídos por el caos de lo inesperado, de lo improgramable, y aquí se mimetizan hasta representar ellos mismos el juego incierto de la vida y la muerte.

Tal es lo que le ocurre, por ejemplo, a Pierre Green, habitante del norte que, acosado por las dudas de su frustrada madre, por los dislates de una adivinadora, o acaso por el complaciente abandono de su antigua novia, escucha la inconsciente voz de su conciencia gritándole ¡vete!, ¡vete!, ¡vete!, y entonces decide abandonarlo todo para emprender -¿accidente?, ¿destino?- un viaje por el centro de la ciudad de México.

La acción transcurre alrededor de una noche, una larga y oscura noche por las calles añejas de una ciudad que suelta a sus fantasmas, a sus criminales y a sus víctimas inocentes.

Pierre encontrará a su paso una galería de personajes que, como él, viven en el filo de la navaja. Algunos de ellos están a punto de tomar una decisión que habrá de cambiar su vida, pero hay otros que vienen de regreso de los abismos a los que ellos mismos se arrojaron hace tiempo: una quinceañera que ha huido de casa le pedirá ayuda a un mariachi desempleado que intentará una última acción desesperada; una evangelizadora se empeñará por arrancar una foto a los ecos de la noche, mientras que una puta francesa sólo quiere que la jornada acabe. ¿Cuántos personajes más pueden aparecer en una noche para jugar con el destino de un hombre? Al final Pierre ya no será el mismo y tendrá que tomar la decisión más importante de su vida…, que, por cierto, no vale nada.

La vida no vale nada es un proyecto teatral que intenta conjugar dos visiones del mundo, tres idiomas y un sinfín de personajes sobre un tablero apócrifo en el que -nos han dicho -, habitualmente Dios juega a los dados.

Lejos del típico amasijo de varias historias que al final se unen, la obra propone un desvanecimiento de las casualidades y los azares de los encuentros; de hecho, ni siquiera es ese el punto central; pareciera como si se tratara de un ejercicio para contar distintas formas de enfrentar la vida. El título de La vida no vale nada no va aquí en plan de azote gratuito o al modo de José Alfredo Jiménez, sino más bien alude a la poca importancia que los seres humanos otorgamos a los hechos cotidianos, a las conversaciones casuales, a los momentos de decisión.

MICHELLE SOLANO + LA JORNADA + 2001

Definitivamente, hay que ver La vida no vale nada, pues con esta obra Martín Acosta, director artístico de Teatro de Arena, se anota dos puntos a su favor. El primero es lograr que en esta coproducción entre México y Canadá, hablada en inglés, español y francés, la diferencia de idiomas no sea un obstáculo para el espectador. El segundo punto es que, paradójicamente, Acosta, que se ha caracterizado por espectáculos atractivos sobre la condición humana pero últimamente con tientes demasiado intelectuales, por fin presenta un montaje más accesible, que no está limitado a un solo tipo de público sino a cualquier persona que alguna vez se haya sentido víctima del destino.

CARMEN ZAVALETA + EL ECONOMISTA + 2001

No hay una intención didáctica ni una crítica directa a lo mostrado. Más bien existe un cierto sentido del humor, a veces de tonos oscuros, y la ironía con que se construye a cada personaje. Todos ellos son seres esencialmente verosímiles, pero fronterizos, cercanos a la muerte y al vacío, capaces de recordarnos, casi de manera sesgada, que en definitiva son seres teatrales que más bien fungen como espejos deformantes de los tipos que se pueden encontrar como productos culturales e históricos de un espacio determinado. Y hay un eco trágico de fondo que nos habla sin muchas palabras de destinos y dioses, sólo que no aquellos tradicionales, sino otros más cansados y mucho menos respetables.

BRUNO BERT + TIEMPO LIBRE 2001

En esta dramaturgia de Moncada vemos el juego de dualidades, en una representación de lo canadiense y lo mexicano que escapa los estrechos márgenes del blanco y negro. Los personajes no son buenos ni malos; son temperamentos en el límite, que avanzan con el acicate del amor, la muerte, la carencia y el hastío. (…) La vida no vale nada es deleitable diálogo de culturas, que nos recuerda que el teatro vale para algo.

LUZ EMILIA AGUILAR ZINSER + REFORMA + 2001

El texto de Luis Mario Moncada sigue las vertientes dramatúrgicas contemporáneas en las que se narran diversas historias, fragmentadas, aunque unidas por un tema común. Cada una de ellas se va acomodando en su tejido principal, como si se tratara de un engranaje preciso, de una trama compleja. (…) Así pues, el resultado de este interesante proyecto destaca. Su punto de partida, necesario y oportuno, cuaja de manera luminosa, creando una teatralidad profunda, humorística, que, finalmente, sí representa nuestra realidad.

XIMENA ESCALANTE + REFORMA + 2001

Casi ocho años después de la firma del Tratado de Libre Comercio, vemos un acercamiento provechoso en el teatro, sin prejuicios y con mucho humor, riéndonos de unos y otros. ¿Seguirá la colaboración o sólo fue petate brulé?

ENRIQUE R. MIRABAL + EL HERALDO + 2001

Acosta traza escénicamente con la imaginación a que nos tiene acostumbrados usando ya sea el espacio vacío, ya los cajones convertidos en el taxi o en asientos. Al mismo tiempo, mantiene el difícil ritmo que ameritan los sucesivos cuadros, muy diferentes en unos y otros, y las transiciones de sus actores, algunas muy inmediatas. 

OLGA HARMONY + LA JORNADA + 2001

Para los que se escandalizan con las malas palabras, que todavía hay muchos, aquí las escucharán dichas principalmente por una quinceañera. Ninguna suena mal, ninguna suena puesta para molestar nada más, todas son usadas adecuadamente. Para los que se escandalizan por escenas de sexo también tienen material suficiente. Para los que se escandalizan por no hacer teatro apegado a las reglas aquí tienen material de sobra para sus críticas.

TOMÁS URTUSÁSTEGUI + 2001

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